Muchas
personas, cuando han sabido que había escrito una novela y que iba a
publicarla, me han hecho la misma pregunta, supongo que es lo habitual: “¿Qué
hay de real en tu novela?”. Será porque a todos nos gusta pensar que al leer
podemos identificar algo o a alguien, no sé demasiado bien por qué.
Pues
bien, yo puedo afirmar que sí. En mi novela hay un personaje real.
No es que esté inspirado en él. Es él mismo. Mi gato.
Bao
es Mus, o Mus es Bao, como prefiráis, pero la verdad es que cuando decidí
introducir a un gato en la novela sabía que era este gordinflón atigrado,
tranquilo, parsimonioso, con aires megalómanos, perezoso y tan gato, al fin
y al cabo.
Esta
mañana ultimaba las correcciones de las galeradas de ‘En lo más profundo’ y
Bao, como suele hacer siempre, se ha acercado a paso lento, como el que no
quiere la cosa, como el que no tiene ninguna prisa para hacer nada, diciéndome
con su imponente presencia de gato castrado y voluminoso: “Oye humana, ya estoy
aquí”. Así es él.
Después
de exhibirse un rato con total indiferencia, cual efigie faraónica, mirando
hacia el horizonte de la pared del piso donde vive encerrado desde hace casi 8
años, como si hubiera algo trascendente más allá de lo evidente, se ha acomodado
con la misma ceremonia de siempre, para acabar estirado como un cojín de
pelo rojizo y blanco sobre el reposabrazos del sofá, uno de sus rincones preferidos (si es
que hay algún rincón de la casa que no sea de su propiedad, que lo dudo…).
Creo
que lo sabía. Bao estaba convencido de que iba a hablar de él. De hecho, cuando
he cogido el móvil para hacerle la foto que acompaña este post, ha abierto los
ojos como diciendo: “Sé que te sientes atraída por mi poderosa existencia, te
dejo que me admires, pero no molestes demasiado, por favor”.
Posiblemente
esa parte de mí estará en la protagonista de mi novela, porque ambas estamos
convencidas de que nuestros gatos (en realidad el mío, que lo es suyo en la ficción) nos envían mensajes trascendentales. Aunque la verdad es que no creo
que tenga felino interés alguno en hacerlo, pero así son los gatos, disfrutan
enviando mensajes inexistentes.
Dicen
que son los animales perfectos para personas independientes, creativas, a las
que les gustan las mascotas pero con independencia y personalidad.
Yo
creo, desde mi total desconocimiento del mundo del resto de los gatos, que Bao
es la mascota perfecta para una persona imperfecta como yo. Siempre está donde
debe estar. Especialmente cuando escribo, se sitúa muy cerca, y me deja que
acompañe su letargo con el traqueteo de las teclas del ordenador. Cuando se
cansa de que sea así se aposenta a mi vera, para acabar entre la pantalla y mi
cara. Y le dejo… Gato consentido…
He
leído mucho sobre gatos. Posiblemente más que sobre cualquier otra cosa. He
leído manuales con consejos, he leído artículos de todo tipo e incluso novelas.
Desde relatos de historias reales como Gatos
sin fronteras, de Antonio Burgos, hasta Soy
un gato, de Natsume Soseki (que este hay que leerlo con mucha atención,
porque tiene una narración digna de haber sido escrita por un gato). Pero nunca
había escrito sobre un gato, aunque él me lo haya exigido muchas veces. De
hecho creo que se metió solo en mi novela y yo me di cuenta cuando ya estaba
dentro.
Porque
Bao me ha hecho un poco gata, o yo intento serlo, pero no en el doble sentido
de la palabra (que alguno lo estará pensando), sino en el literal. Bao disfruta
de cada instante sin preocuparse más de lo necesario. Observa mucho, porque
sabe que observando aprende y se hace más listo cada día. Bao marca las
distancias, pero sobre todo marca su territorio. Bao es el dueño de la casa y
de su existencia y nos regala su ternura, porque sabe que es el mejor regalo, a
parte de su compañía.
Yo
intento ser como él, pero a veces no me sale. Porque suelo distraerme de lo
verdaderamente importante y me preocupo más de la cuenta, y aunque me gusta
observar para aprender, a veces me pierdo los detalles más relevantes. Me
gustaría ser la dueña de la casa, pero no puedo, porque está él, una gatita
invasora que nos vuelve locos a todos, y una pequeña personita de casi 5 años (que
es lo más grande), pero al menos soy feliz compartiéndola con ellos.
Bao
es un ser asexuado. Con esa autoridad y supremacía que nos da creernos más
inteligentes que el resto de especies que pueblan la tierra, decidí cercenar su
masculinidad cuando todavía no era consciente ni de que la tenía, para hacer
nuestra convivencia más fácil. Creo que me ha perdonado, al menos eso espero.
De vez en cuando me da lecciones de cómo llevar el egocentrismo que todos cultivamos en mayor o menor medida, de manera que deje de ser un feísimo defecto, para convertirse en una pequeña virtud.
De vez en cuando me da lecciones de cómo llevar el egocentrismo que todos cultivamos en mayor o menor medida, de manera que deje de ser un feísimo defecto, para convertirse en una pequeña virtud.
Porque
Bao se quiere mucho a sí mismo, y por eso se pasa gran parte de las horas que está
despierto relamiéndose. En esos momentos, cuando me mira, creo que me dice
“Hagas lo que hagas nunca podrás ni aspirar a ser tan hermosa como yo”. Y yo me
río por pensar que un gato pueda decir algo semejante.
Y
así pasan nuestros días juntos. Yo le alimento, limpio su cajita de las
sorpresas y de vez en cuando me dejo llevar por su indiferencia, porque quiero
pensar que es una pose y él también me quiere.
Por
todo eso, y por haber sido esa figura sigilosa y felina que decora cualquier
mueble de la casa; que calienta mi regazo en invierno y me muestra dónde están
los lugares más frescos en verano;
que me deja acariciar su peludo cuerpo cuando estoy triste y achucharlo
cuando estoy alegre, por todo eso, Bao merecía ser el protagonista de una
novela.
Y
pensando en por qué me he decidido a escribir este post a mi gato, he llegado a
la conclusión de que parte de la culpa la puede tener Ness Belda. No estoy acostumbrada
a que vean en mí a una persona distinta de la que he venido siendo, ni tampoco
a que lo que yo escribo pueda tener más interés del que yo quiero darle.
Posiblemente por ello, como sigamos así, me va tocar mudarme a tu casa. Y la
pregunta será, Ness ¿tienes sitio para una familia de tres, con una
gatita loca y un gato que siempre querrá reinar sobre nosotros? Porque podría irme
a vivir contigo si sigues viendo en mí lo que yo no veo.
Un beso para ti, con permiso de mi gato.
Un beso para ti, con permiso de mi gato.
Pues yo solo veo lo que veo, pero lo bueno es tu propia humildad que, en definitiva, es lo que te hará crecer. En cuanto a lo de venir a vivir a casa, depende de lo que diga Bao, porque no creo que nuestro Uri quiera abdicar o ceder el apoya brazos del sofá. Es un rey bastante déspota.
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