viernes, 28 de febrero de 2014

Estos días, tras decidirme a hacer público algo que hasta ahora era tan íntimo y para la mayoría desconocido, como mi pasión por escribir, me han venido a la mente recuerdos y anécdotas curiosos, que dicen mucho de cómo he llegado hasta aquí.
Como cuando en la EGB estaba convencida de que iba a ser veterinaria y una monja me dijo que no, que lo mío era la pluma. Yo insistía en mi vocación y ella me aseguró que si me decantaba por la veterinaria, entre otras cosas le tendría que poner la mano por el culo a las vacas. Cambié de opinión rápidamente. No sé si por la revelación, o porque era mi destino decantarme por la pluma, como ella dijo.
También recuerdo lo importante que me sentí cuando en octavo de EGB (si no recuerdo mal) me clasifiqué para la fase final provincial del concurso de redacción periodística de Coca-cola. Me convocaron a la prueba definitiva en la Pérgola de Castellón, donde tuve que redactar una noticia, en concreto un suceso. A los pocos días una maestra, la señorito Teresa Aguilar, vino a buscarme porque había quedado clasificada entre las 10 primeras de la provincia. En la entrega de premios me enteré de que mi trabajo había conseguido el segundo premio. No recibiré nunca un galardón del que me sienta más orgullosa como de ese! Sin duda un guiño del destino.
Casi igual de emocionante fue cuando gané un premio literario para jóvenes en la Vall d'Uixó. Me llenó de orgullo, también me sentí importante y pensé que escribir era genial.
Después de ese creo que participé en un par de concursos más, pero al no conseguir nada, mi espíritu adolescente se decepcionó y debió pensar que era mejor dejar para mí todo lo que se escapaba a través de mis dedos en tantas y tantas hojas de papel que nadie iba a leer.
Recuerdo con mucho cariño llevarle mis historias escritas con mi Olivetti en cuartillas por las dos caras, a mi tío José Vicente, de la imprenta Sandalines, para que las encuadernara. Todavía las conservo... Que especial me hacía sentir! Tenía mis libros, sólo para mí, pero los tenía. Entre sus consejos nunca he olvidado uno: no escribas las historias de tirón, sepáralas en capítulos y así serán más fáciles de leer. Tuve muy en cuenta sus palabras, de hecho, todavía hoy no las he olvidado.
En fin, estas son algunas de esas pequeñas cosas que estos días vuelven a mi mente... Sólo por eso todo vale la pena.

Os puedo asegurar que esta Olivetti Lettera 50 ha escrito millones de palabras. Me resulta casi imposible recordar cuántas horas he pasado aporreando el teclado, perforando los folios y marcando los puntos, las comas y alguna que otra letra en el carrete de la máquina. Con ella aprendí a mecanografiar y con ella dejé volar mi imaginación, por eso se merece estrenar mi blog y recibir este homenaje en forma de recuerdo.
Hoy empiezo una nueva andadura, por eso he pensado que el fondo idóneo para mi nuevo blog es esta carretera, que no se sabe demasiado bien a dónde lleva.

Para mí, me va a llevar a iniciar un nuevo proyecto lleno de ilusión y que va a tener más de mí que el resto de cosas que he hecho hasta ahora.

Espero contar contigo.